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Manon Lescaut Puccini

Asistí recientemente en Frankfurt a una representación de la opera “Manon Lescaut” de Giacomo Puccini. 

Vayan por delante algunos apuntes sobre el autor y su época.

Aquel nace en 1858  en Lucca y vive hasta 1924. Desciende de una familia de músicos y crece bajo austeras condiciones materiales, pero en una de las ciudades más hermosas de la Toscana. Puccini se erige en uno de los mayores representantes del verismo operístico italiano, que surge en el lapso de la Belle Epoque. En esencia fue una corriente literaria con manifiestos precedentes franceses, que se propuso el relato de situaciones protagonizadas por personajes de la vida real, a menudo de los sectores más desfavorecidos. El traslado de este “naturalismo” a la ópera fue llevado a la cúspide por nuestro compositor.

Digno heredero del gran Verdi -no sólo genio musical, sino también co-protagonista del risorgimento- Puccini se vuelve sinónimo de orquestación, que envuelve, que conecta con los sentimientos del espectador. Bajado ya el telón no podemos tararear melodías, como sí ocurre con las piezas de Verdi, pero en cambio nos sentimos transformados, como si fuéramos la música misma. 

Desconcertante Puesta en Escena

Manon Lescault se estrena en 1893, tras dos óperas prescindibles del autor. Es un éxito rotundo y marca el despegue económico de Puccini. A partir de aqui se inicia una vida de boato, que no le impide componer óperas que alcanzan enorme difusión, tales como La Boheme, Tosca y Madame Butterfly.

Como señalaré más abajo la ópera de Frankfurt quiso convocar al director catalán Alex Ollé que se caracteriza por el montaje de piezas clásicas transbordadas a escenarios contemporáneos. En efecto se logró una  desconcertante puesta en escena con vestuarios radicalmente diferentes a los del mundo de la ópera: atuendos informales, descuidados, algo así como una mezcla de la multiculturalidad de Frankfurt -esto es, turcos, africanos, asiáticos, algunos latinos y uno que otro germano- con burdeles con streptease y bares yuppies    

El argumento es escasamente original. Una joven (Manon, la soprano) es pretendida simultáneamente por dos hombres. Uno novato (Renato de Grieux, el tenor) se enamora a primera vista y se entrega ciegamente; juntos se trasladan a Paris y viven un tórrido romance. El otro, el veterano Geronte di Rivoir, rico e influyente se entera de su paradero y logra tentarla ofreciéndole una vida de opulencia con su contracara de incesante trivialidad. La pareja se reencuentra y Manon abandona a Geronte. Este jura venganza, la acusa de robo y sus policías la encierran en una celda (en la escenificación singularmente resaltada con trazos siniestros) y la deportan a América. Renato hechizado por su pasión la acompaña en la travesía que resulta ser la gota que desborda el recipiente. Manon desfallece irremediablemente. Como cabal heroína de Puccini maldice su belleza que le ha acarreado tantas desgracias y agoniza en los brazos de su amante prometiendo que aún muerta lo acompañará por siempre jamás.

Anotaciones tras la caída del telón 

Frankfurt, la ciudad más demográficamente diversa de Alemania, con más de la mitad de la población de origen no nativo y que cuenta con dos óperas de reputación internacional, logra montar representaciones que reflejan aspectos de su actual identidad. Tal como señalamos arriba, el convocado director catalán que transforma el escenario tradicional en un universo del presente, colocó en el escenario personajes trajeados como los que hoy pueblan la metrópoli. Estaban los muchos ciudadanos de a pie y de todo color, así como los del centro financiero afincados en la ciudad, pero quizá asimismo había algo de la historia no tan remota del país germano: las cárceles con sus inclementes celadores.

Abordar de una manera tan realista el pasado, haber dado un giro de 180 grados, de la sociedad nazi a la que le sobraban los que no se parecían a ella al universo multicultural de hoy, nos infunde la esperanza que la inmigración no sea el último peldaño hacia el ocaso, sino mas bien que las Manons y los Renatos del presente encuentren un mundo menos fiero que el de su origen.    

Manon Lescaut Giacomo Puccini
Manon Lescaut Giacomo Puccini

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